martes, 14 de febrero de 2012

Un sabor de palabra.


     (Fotografía: Into the wild, Boston 2011,
                  Sara Caballero)


Para el pequeño, amante de mapas y grabados, 
iguales son los mundos y su vasto apetito.
¡Ah! ¡Qué grande es el mundo a la luz de las lámparas!
¡Qué pequeño a los ojos del recuerdo!


Un buen día partimos, el cerebro de llamas lleno, 
el pecho henchido de rencor y de deseos amargos, 
Y nos vamos, siguiendo el ritmo de las olas
sobre el finito mar meciendo un infinito:


de escapar de una infame patria alegres los unos;
del horror de sus cunas, otros; y algunos otros 
astrólogos ahogados en ojos femeninos, 
de la Circe tiránica de aroma peligroso.


Para no ser mudados en bestias, se emborrachan
de espacio y de luz, y de abrazados cielos;
el hielo que los muerde, los soles que amorenan, 
lentamente las marcas de los besos les borran.


Pero son los viajeros de verdad los que parten
por partir; corazones ligeros, ligeros como globos, 
de su fatalidad ellos nunca se apartan, 
y, sin saber, por qué: "¡Vamonos!" siempre dicen.


¡Esos cuyos deseos tienen forma de nubes
y que sueñan, lo mismo que un recluta el cañón, 
con inmensos deleites, tornadizos, ignotos,
cuyo nombre el espíritu humano nunca supo!


II


Imitamos ¡horror! al trompo y la peonza
En su vals y sus botes; incluso en nuestros sueños
somos atormentados por la Curiosidad, 
cual Ángel despiadado que los soles fustiga.


¡Fortuna singular cuya meta se muda, 
y estando en ningún sitios puede estar en cualquiera!
¡Donde el Hombre, del que se ceja la esperanza, 
para hallar el reposo siempre corre demente!


Es nuestra alma un tres palos en busca de su Icaria;
y resuena una voz sobre el puente: "¡Abre el ojo!"
En la cofa, una voz ardiente y loca, grita:
"¡Amor... dicha... alegría!" ¡Demonio, un arrecife!


Cada islote que anuncia en su puesto el vigía
es un Eldorado que prometió el Destino;
y la Imaginación que su orgía levanta
sólo encuentra a la luz matinal un escollo.


¡Oh, el pobre enamorado de países quiméricos!
¿Habrá que encadenar y arrojar al mar 
a este ebrio marinero, que inventa unas Américas
cuyo espejismo vuelve más amargo el abismo?.


Como viejo vagabundo que en el barro patea,
sueña, nariz al aire, brillantes paraísos, 
una Capúa descubren sus ojos embrujados
doquier que una candela un tugurio ilumina.


III


¡Asombrosos viajeros!¡Qué nobles historias
en vuestros ojos hondos cual los mares leemos!
Enseñadnos los cofres de vuestra remembranzas, 
esas joyas preciosas, hechas de éter y de astros.


¡Ah, que viajar queremos sin vapor y sin velas!.
Haced, para el hastío distraer de esta cárcel, 
pasar por vuestras almas, tensas como una tela, 
vuestros recuerdos con sus marcos de horizontes.


¿Qué habéis visto? ¡Decid!


IV


"Estrellas hemos visto
y mareas; también arenas; y a pesar
de innumerables choques e improvistos desastres, 
también nos aburrimos, igual que aquí, a menudo.


El esplendor del sol sobre la mar violeta,
y de ciertas ciudades en el sol poniente, 
nuestro pecho encendían con el inquieto ardor
de hundirnos en un cielo seductor de reflejos.


Las ciudades más ricas, los más grandes paisajes,
no contuvieron nunca la atracción misteriosa
de aquellas que el azar con nubes creaba.
¡Y siempre preocupados nos volvía en anhelo!


- Añade la fruición al deseo aún más fuerza.
¡Deseo, viejo árbol al que el placer abona, 
mientras que tu corteza se endurece y se ensancha, 
quieren aún más de cerca ver tus ramas el sol!


¿Siempre vas a crecer, gran árbol, más frondoso
que el ciprés? - Sin embargo con cuidado hemos hecho
ciertos bosquejos para nuestro álbum voraz,
¡hermanos que halláis bello cuanto de lejos viene!


A ídolos con trompas saludamos nosotros,
y a tronos constelados con joyas luminosas;
y a palacios labrados cuya pompa encantada
a los banqueros vuestros en sueño arruínarían;


y a ropajes que son la ebriedad de los ojos;
mujeres con los dientes y las uñas teñidos;
y a encantadores sabios que acaricia la cobra."


V


¿Y qué más? ¿Y qué más?


VI


"¡Oh, cerebros infantiles!"


Para no olvidar el tema capital, 
Hemos visto en todas partes, y sin haberlo buscado, 
Desde arriba hasta abajo la escala fatal, 
El espectáculo enojoso de inmortal pecado:


La mujer, esclava vil, orgullosa y estúpida,
Sin reír extasiándose y adorándose sin repugnancia;
El hombre, tirano goloso, lascivo, duro y ávido,
Esclavo de la esclava y arroyo en la cloaca;


El verdugo que goza, el mártir que solloza;
La fiesta que sazona y perfuma la sangre;
El veneno del poder enervando al déspota,
Y el pueblo amoroso del látigo embrutecedor;


Muchas religiones semejantes a la nuestra, 
Todas escalando el cielo; la Santidad, 
Cual un lecho de plumas donde un refinado se revuelca,
En los clavos y la cerda, buscando la voluptuosidad;


La Humanidad habladora, ebria de su genialidad, 
Y enloquecida, hoy como lo estaba ayer, 
Clamando a Dios, en su furibunda agonía:
"¡Oh, mi semejante, oh mi señor, yo te maldigo!"


Y los menos necios, atrevidos amantes de la Demencia, 
Huyendo del gran rebaño acorralado por el Destino, 
Refugiándose en el opio inconmensurable!
- Tal es del globo entero el eterno boletín."


VII


¡Amargo sabor, aquel que se extrae del viaje!
El mundo, monótono y pequeño, en el presente, 
Ayer, mañana, siempre, nos hace ver nuestra imagen;
Un oasis de horror en un desierto de tedio!


¿Es menester partir? ¿Quedarse? Si te puedes quedar, quédate;
Parte, si es menester. Uno corre, el otro se oculta
Para engañar ese enemigo vigilante y funesto, 
¡El Tiempo! El pertenece, a los corredores sin respiro, 


Como el Judío Errante y como los apóstoles, 
A quien nada basta, ni vagón ni navío, 
Para huir de este retiro infame; y aún hay otros
Que saben matarlo sin abandonar su cuna.


Cuando, finalmente, él ponga su planta sobre nuestro espinazo,
Podremos esperar y clamar: ¡Adelante!
Lo mismo que otras veces, cuando zarpamos para la China, 
Con la mirada hacia lo lejos y los cabellos al viento,


Nos embarcamos sobre el mar de las Tinieblas
Con el corazón gozoso del joven pasajero.
Escucháis esas voces, embelesadoras y fúnebres,
Que cantan: "¡Por aquí! vosotros que queréis saborear


¡El Loto perfumado! Es aquí donde se cosechan
Los frutos milagrosos que vuestro corazón apetece;
Acudid a embriagaros con la dulzura extraña
De esta siesta que jamás tiene fin!"


Por el acento familiar barruntamos al espectro;
Nuestros Pilades, allá, nos tienden sus brazos.
"¡Para refrescar tu corazón boga hacia tu Electra!"
Dice aquella a la que en otros días besábamos las rodillas.


VIII


¡Oh, Muerte, venerable capitana, ya es tiempo!¡Levemos el ancla!
Esta tierra nos hastía, ¡oh, Muerte!¡Aparejemos!
¡Si el cielo y la mar están negros como la tinta,
Nuestros corazones, a los que tú conoces, están radiantes!


¡Viértenos tu veneno para que nos reconforte!
Este fuego tanto nos abraza el cerebro, que queremos
sumergirnos en el fondo del abismo, Infierno o Cielo, ¿qué importa?
¡Hasta el fondo de lo Desconocido, para encontrar lo nuevo!


... dijo Baudelaire.



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